
No es ningún secreto de palacio que a la actual monarca de la corona inglesa, la reina Isabel II, le encantan los caballos. Aficionada tanto a la equitación como a las carreras, es propietaria y criadora de purasangre, de ponis shetland, fell y highlands y una habilidosa amazona.
Si bien es cierto que los caballos siempre han jugado un rol importante en la vida y obra de los monarcas, la casa británica de los Windsor tiene una relación especial con estos animales. No en vano, el rey Jorge VI inculcó este amor por los caballos a sus hijas y, muy especialmente, a la pequeña Elizabeth (a la postre, Isabel II, actual regente de la corona británica).
Y es que la relación entre Isabel II y los caballos nació muy pronto. Con tan sólo 3 años, la futura monarca (aunque en aquella época no estaba en las quinielas que ella pudiera acceder al trono algún día) se subió a un caballo por primera vez. Con 4 años recibió su primer equino, un poni de raza shetland y nombre «Peggy».
Desde entonces, la vida de la monarca ha estado muy vinculada a estos animales. Hemos podido ver a la reina montando en ceremonias reales, entrenando y montando sus propios purasangre e, incluso, tratando asuntos de estado a caballo con Ronald Reagan (por aquel entonces, presidente de Estados Unidos).

En el ámbito más sobrio y protocolario, la reina partició en el Trooping the Colour (una ceremonia que reúne a los distintos países de la Commonwealth) dirigiendo su propia montura entre los años 1947 y 1986. En las primeras ediciones, Isabel II montaba a un ejemplar de nombre «Tommy». Tras la muerte de su padre y el ascenso de ésta al trono, la reina se decantó por «Winston», la anterior montura del rey Jorge VI. Y, finalmente, entre los años 1978 y 1986, la monarca capitaneó la ceremonia montando a una yegua negra llamada «Burmese». Precisamente esta yegua, regalo de la policía montada de Canadá, ha sido uno de los caballos preferidos de la reina. La lealtad de su montura y las buenas maneras de Isabel II como amazona quedaron patentes cuando, en 1981, la reina tuvo que calmar a su yegua, montando a la amazona, tras oír seis disparos que intentaban poner fin a la vida de la regente. Tras su retiro, «Burmese» vivió en los campos y pastos de Windsor y la reina mandó construir una estatua.
La cría es otra de las pasiones de Isabel II. En la finca de Sandringham (en Norfolk) cría ponis shetland, fell y caballos purasangre. Además, en el año 2007 incorporó la cría de ponis highland, una raza en peligro de extinción.

El grueso de su actividad ganadera se centra, como no podía ser de otro modo, en los PSI. En 1952, tras la muerte de su padre, Isabel II toma las reinas del stud real y continúa tanto con la actividad de cría como la competición. Para esta última seguirá usando la chaquetilla que fundó su abuelo y que hoy es mundialmente conocida. Y, de hecho, la propia reina montaba y entrenaba a sus caballos de carreras hasta bien entrados los años 60.
Como propietaria, los colores de la reina han cosechado grandes éxitos. La monarca ha ganado todas las grandes clásicas británicas menos el Derby de Epsom. Y, además, en el año 1974, se hizo con el Diane.
La chaquetilla morada y roja ha presidido la estadística de criadores en dos ocasiones (concretamente en los años 1954 y 1957). Hasta el año 2017, la reina había ganado cerca de 7,6 millones de euros en premios y, entre 1988 y 2017, su cuadra había disputado 2.830 carreras, consiguiendo 451 triunfos. Sólo en el año 2016, los colores reales generaron más de 600.000 euros en premios y, un año después, casi 450.000 euros. Estos números colocan a la monarca como la undécima propietaria en ganancias en la historia del turf británico.

Alguno de sus caballos más exitosos y conocidos han sido «Aureole» (segundo del derby en 1953 y descendiente de «Feola», yegua que corrió para los colores del rey Jorge VI), «Pall Mall» (ganador de las 2000 guineas en 1958) «Highclare» (ganadora de las 1000 guineas y del Diane en 1974), «Dunfermiline» (ganadora del Oaks y del St. Leger en 1977), o «Estimate» (ganador del Queen’s Vase en 2012 y de la Gold Cup en Ascot en 2013),
La relación de la reina con la hípica le hizo merecedora, en el año 2014, del premio Lifetime Achievement, otorgado por la Federación Ecuestre Internacional de Hípica (FEI).

Además, el amor de la titular de la corona británica por los caballos ha sido inmortalizado en miles de fotografías y en dos documentales: «The Queen’s Race Horses: a private view» (1974) y «The Queen: a Passion for Horses» (2013). En la serie de Netflix «The Crown», también se recoge, aunque de manera testimonial, esta pasión.
Por si todo ello fuera poco, Isabel II ha conseguido, como ya hicieran previamente su padre y su abuelo, inculcar el virus de los caballos a sus descendientes. El mejor ejemplo es su nieta Zara Phillips, amazona de talla mundial en la disciplina de Concurso Completo de Equitación.
