
Frank Hayes (1901-1923), un inmigrante irlandés en Brooklyn, quería convertirse en jockey y dedicó toda su vida a hacer realidad su sueño. Lo que el joven europeo no sabía es que conseguiría hacer historia en los hipódromos…pero tras fallecer. En 1923, Hayes inscribió su nombre en el libro Guinness de los récords al convertirse en el primer (y, de momento, único jockey) en ganar una carrera sin vida.
Frank Hayes nació en la europea Irlanda en 1901 y, cuando contaba con 15 años de edad, se mudó con toda su familia a Estados Unidos. Como tantos y tantos inmigrantes, los Hayes buscaban una vida mejor en el Nuevo Mundo. Instalados en Brooklyn, el joven Hayes pasaba más tiempo en las cuadras de Belmont Park que en el domicilio familiar.
Y es que el sueño de Hayes era convertirse en jockey y hacer historia. Pero su objetivo no era tarea sencilla. Hacia 1919 empieza a trabajar con un entrenador y propietario local apellidado Frayling. Según la prensa de la época, Hayes debía estar empleado como segundo entrenador o mano derecha de Frayling, ya que los periodistas se refieren a él indistintamente como “ayudante” o “entrenador”.
Hayes entrenaba él mismo por las mañanas a los caballos que tenía asignados pero, el día de las carreras, debía ver a sus pupilos desde las gradas. Esto parecía frustrar enormemente al irlandés, quien buscaba desesperadamente su primera oportunidad como jockey. La fortuna parecía esquiva con el joven Frank hasta que, en el verano de 1923, cuando contaba con 22 años de edad, llegó su gran oportunidad.

Miss Frayling, esposa de Frayling y también propietaria de caballos de carreras, quería inscribir a su yegua “Sweet Kiss” en una prueba de steeplechase sobre 3.200 metros en el icónico recinto de Belmont Park. La matrícula se realizó con tan poca antelación que Frayling se las vio y se las deseó para encontrar un jockey disponible. El bueno de Hayes ofreció sus servicios pero Miss Frayling los rechazó, alegando problemas de peso.
Y es que el irlandés pesaba 142 libras (unos 64 kilos) pero, según las normas de la carrera, “Sweet Kiss” debería portar sólo 130 libras (cerca de 59 kilos). Hayes, haciendo un esfuerzo titánico, consiguió perder esos 5 kilos en las pocas horas que quedaban para el inicio de la prueba y, finalmente, Frayling le concedió la monta.
Según narran los testigos de la época, Hayes perdió esos cinco kilos en unas 24 horas. El recién nombrado jockey hizo ejercicio durante horas, negándose a beber ningún líquido. Los otros jockeys relataron que, ya antes de la carrera, el irlandés estaba exhausto.
“Sweet Kiss” contaba con 7 años de edad y un historial modesto. De hecho, según algunos diarios locales, la yegua nunca había disputado una carrera. Otras noticias, sin embargo, sí le concedían cierta experiencia. Sea como fuere, la yegua castaña se presentaba en el recinto como una auténtica outsider, con unos dividendos de 20 a 1.

Sin embargo, el binomio suplió su falta de experiencia y calidad con grandes dosis de optimismo. Tal es así que Hayes y “Sweet Kiss” enfrentaron el último salto en segunda posición, muy cerca del gran favorito. En el sprint final, la yegua demostró más pulmones que su rival y se impuso a “Gimme” por algo más de una cabeza.
Tras pasar la línea de meta, Hayes no parecía celebrar su victoria. El jockey seguía reclinado sobre su silla, con su cabeza muy cerca de las orejas de la yegua. Muchos aficionados pensaron que el irlandés estaba “susurrando” a su montura. Sin embargo, cuando la propietaria se acercó a ambos para celebrar la gesta, descubrió que Hayes había fallecido.
Rápidamente el médico del hipódromo se acercó al joven y no pudo más que ratificar las impresiones de Frayling. Según su certificado médico, Hayes falleció de un ataque al corazón en algún momento del recorrido. El motivo de su muerte es todavía un misterio, aunque los doctores involucrados creen que el corazón del jockey se paró debido a los grandes esfuerzos hechos para bajar de peso y a la emoción experimentada en su debut. El órgano de Hayes debió fallar en los metros finales de la prueba pues, lo que sí es seguro, es que el irlandés cruzó la línea de meta ya muerto.

Tras unas deliberaciones, el Jockey Club decidió no modificar el orden de llegada y otorgarle a Hayes la victoria a título póstumo. Técnicamente, el jockey cruzó la línea de meta encima del animal, como establece el código. Y la norma no especifica que el jinete deba estar vivo para poder optar a la victoria.
Así, Hayes se convirtió en el primer jockey (y, de momento, en el único) en ganar una carrera desde el más allá. Como curiosidad, el Jockey Club también decidió darle la victoria, pese a no haber realizado el pesaje posterior a la prueba.
El joven Hayes fue incinerado tres días después con la chaquetilla que portaba en el momento de su fallecimiento. Según los medios de la época, el joven falleció con tan sólo 22 años (si bien es cierto que algunos periódicos dijeron que tenía 35) y tras haber disputado una sola carrera. Curiosamente, sus compañeros de carrera cuentan que el irlandés, en el cuarto de jockeys, les confesó que aquel 4 de junio de 1923 era un “buen día para hacer historia”.