
En las llanuras de Garub (Namibia) habitan los últimos caballos salvajes de África. Desde hace más de 100 años, estos equinos han sobrevivido a las duras condiciones del desierto. Sin embargo, desde hace 5 años su población mengua de manera alarmante. Hoy, apenas quedan 74 animales. Ellos son los últimos caballos salvajes de África.
El desierto de Namib, situado en Namibia y con una superficie total de 81.000km2 (no en vano, «namib» significa, en la lengua local, «enorme»), se considera el desierto más antiguo del mundo; ya que su origen se remonta 65 millones de años atrás. Esta joya de la naturaleza es considerada, además, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2013.
En la zona más oriental del desierto se encuentran las llanuras de Garub, donde viven los caballos del desierto de Namibia, el último caballo salvaje de África. Estos animales presentan unos rasgos muy similares a nuestros caballos de silla europeos, con cuerpos atléticos y proporcionados. La capa predominante es la castaña, con algunos ejemplares alazanes. Y su alzada oscila entre el 1,50m y el 1,60m.
Los caballos del desierto caminan entre 15 y 20km al día para buscar alimento. Es raro que estos animales nazcan con deformidades y apenas tienen parásitos. Aunque históricamente se les asociaba a razas como los trakhener, los hackey o los Saghya árabes, estudios genéticos realizados en el año 2001 demostraron que la raza con la que guardaban más similitud es con los árabes. El caballo del desierto de Namibia es la segunda raza con menor variabilidad genética del mundo.

El porqué pastan estos caballos en medio del desierto africano es, todavía, un misterio. Y es que a día de hoy conviven distintas teorías que intentan explicar el origen de esta raza. Algunos estudios defienden que estos caballos son los descendientes de unos náufragos que consiguieron alcanzar la costa cuando el barco en el que viajaban hacia Australia se hundió. Probablemente ésta sea la hipótesis menos aceptada.
Las teorías que cuentan con más apoyo a día de hoy relacionan a estos animales con los soldados alemanes y la Primera Guerra Mundial. Concretamente, podríamos destacar tres hipótesis sobre el origen de estos caballos. La primera, considera que los caballos del desierto de Namibia provienen de los caballos que, en torno a 1915, huyeron o fueron abandonados en medio de la contienda. Existen, por ejemplo, documentos que acreditan que el 27 de marzo de 1915 se produjo un fuerte bombardeo que dispersó a las monturas del ejército. Estos caballos no pudieron ser recuperados y, por tanto, pasaron a vivir en libertad.
También hunde sus raíces en la Primera Guerra Mundial la hipótesis que sitúa al capital Hans-Heinrich von Wolf como el padre de la raza. Este oficial alemán, propietario del castillo de Duwisb, criaba caballos en sus tierras. Tras su muerte en la batalla del Somme, los animales quedarían abandonados a su suerte y fundarían la raza que conocemos hoy. Ésta es la teoría más aceptada hasta el momento.
Finalmente, otro posible origen de estos animales gira en torno al nombre de Emil Kreplin (mayor de Lüderitz). Este hombre, también oficial alemán, criaba caballos en la zona que eran usados tanto en carreras como en las minas de diamantes. La similitud entre los caballos que aparecen en las fotografías que se conservan y los actuales caballos de Namibia dieron peso a esta teoría durante años. Sin embargo, los caballos fotografiados eran de raza trakhener, hackney y shagya-árabe y, como ya se ha mencionado, los actuales caballos de Namibia guardan relación, especialmente, con los árabes.

Sea como fuere, la suerte del caballo de Namibia quiso que, en 1908, se encontraran diamantes cerca de Kolmanskop (dentro del desierto) y que, desde entonces, el acceso a a la región de Sperrgebiet (donde se encuentra la llanura de Garub) estuviese vetado. Gracias a ello, los caballos han vivido plácidamente sin casi interferencias humanas o de otras especies hasta hace 5 años.
Y es que, de hecho, el acceso humano está totalmente prohibido a este parque, con raras excepciones. Por ejemplo, entre los años 1950 y 1983 se permitió la entrada de ganado propiedad de granjeros de la zona para pastar. E, igualmente, durante las sequías de los años 1991-1992 y 1998-1999, se introdujo forraje y alimento para los caballos.
El primer golpe crítico a los caballos de Namibia se produce en el año 1977. Hasta esa fecha, los diamantes eran transportados en trenes tirados por máquinas de vapor. Esta peculiaridad obligó a la apertura de unos pozos de agua, de los que se beneficiaban los caballos. Sin embargo, en 1977 las máquinas de vapor dejan paso a locomotoras diésel y los pozos son cerrados. Los caballos están al borde de la extinción pero Jan Coetzer consigue movilizar a distintos organismos e instalar los abrevaderos de los que, todavía hoy, se benefician los caballos. No obstante, los animales se han acostumbrado a vivir casi sin agua. En verano pueden aguantar hasta 30h sin beber ni una gota y, en invierno, hasta 72h.
Durante gran parte del año, estos caballos se alimentan de las pocas plantas que pueden sobrevivir en un clima tan hostil y, también de sus propias heces. Los excrementos de estos animales tienen hasta tres veces más grasa que la hierba seca y casi el doble de proteinas. Sin embargo, durante unas pocas semanas al año, en la época de lluvias, el desierto es testigo de una explosión de color y vida. Durante estos días, los caballos pastan también durante la noche para poder consumir todo el alimento que crece durante esos días.

La población de caballos del desierto nunca ha sido muy numerosa, oscilando siempre entre 100 y 150 animales. En los años 70 y 80 el censó aumentó, sobrepasando las 250 cabezas. El «exceso» de caballos fue visto como un problema y, en el año 1992, se cazaron 104 caballos, que fueron subastados. Desgraciadamente, los animales no pudieron adaptarse a su nueva vida y, para 1997, la mitad de ellos había fallecido. Precisamente en ese mismo año 1997, vuelve a organizarse una subasta que nunca se llevó a cabo. Los sementales se volvieron locos en los boxes donde estaban encerrados y tuvieron que soltarlos.
La vida de los caballos del desierto cambia radicalmente en el año 2013, cuando un grupo de hienas, expulsadas de las zonas limítrofes del parque por los ganaderos y pastores, se adentran en la zona protegida. Sólo en ese año 2013, las hienas mataron a 100 caballos. Desde ese año, ningún potrillo ha conseguido sobrevivir. Actualmente, la Namibia Wild Horse cifra en 74 el número de caballos del desierto; por lo que la raza está en serio peligro de desaparición.
Precisamente el estatus de espacio protegido que define al parque y que, durante décadas, ha permitido la supervivencia de los caballos, es hoy su jaula. Desde 1986 el terreno donde habitan los caballos pasa a formar parte del parque nacional Namib-Naukluft, parque que se encuentra vallado. Estas cercas limitan el territorio de los caballos y les impiden huir o desplazarse. La Namibia Wild Horse, desde hace años, lucha por sacar los caballos del parque y situarlos en una zona cercana.
La asociación denuncia la pasividad del Gobierno en estos temas, aunque también vislumbran un cambio. Desde 2018, el Gobierno permite alimenar a los caballos con forraje y, además, también ha permitido la caza de las hienas, con el fin de intentar salvar a los caballos. Esta medida no ha estado exenta de polémica, ya que vulnera la política de no intervención del parque.
Los caballos, precisamente, también son vistos por parte de la sociedad como un elemento extraño al parque, que ha acabado con varias especies de plantas y ha causado un impacto en su ecosistema. No obstante, estudios han demostrado que el impacto de estos caballos en la llanura de Garub ha sido mínimo. Estos caballos presentan, además, un alto interés científico y turístico. No en vano, los caballos del desierto de Namibia están siendo estudiados como un ejemplo de cómo el cambio climático afecta a las especies. Y estos animales están ya entre los 10 reclamos turísticos más importantes del país.
El futuro de los caballos del desierto de Namibia es, hoy en día, tan misterioso como su pasado. Por el momento podemos ayudar a la asociación con donaciones y también disfrutar de la película «Running Free», inspirada en ellos.
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